Yo acababa de salir de la universidad, había sido un día agotador, no
por las tareas o mis compañeros, sino por lo estresante de algo que me sucedió.
Resulta que mi familia estaba pasando un mal rato en las finanzas, las ventas
habían bajado de golpe, y los trabajadores necesitaban sus pagos, sin embargo
guardamos la calma ante todo.
Ese mismo día, el decano me llama a su oficina, él y yo nos hicimos muy
buenos amigos desde que entré a la escuela, él quería saber qué pasaba, si él
podía ayudar o algo, y si bien lo hizo con ánimos de ayudarme, yo rechacé la
oferta. Fue tal vez por modestia o por orgullo, puesto que era en realidad muy
molesto tener que depender de otras personas, y si bien podíamos mantener la
calma, yo en específico no soportaba eso.
Ya caminaba por mi vía habitual, en una calle solitaria y fría, que para
colmo de males era oscura. Tan oscura era, que una sombra a la lejanía podía
pasar por un humano. En ese instante, noté unas cuantas figuras extrañas, con
lo que pensé que era cabello muy desarreglado.
Seguía sin pasar ningún carro, el aire se volvía más y más pesado de
respirar, las figuras no bajaban de volumen, me seguían. Adelante el paso y
ellos lo adelantaron, camine lento y ellos caminaron lento. Sentía un
sentimiento muy horrible, de esos que dan cuando se siente que algo malo viene.
Es entonces cuando me apresure un poco, veía que una luz iluminaba algo
que no fueran rieles de tren, iluminaba una casa, significaba que si ellos me
iban a hacer algo podía gritar y ser escuchado, o eso pensé.
Fue horrible cuando vi sus cabezas, cuando las luces los alumbraron más;
no era cabello lo que tenían, coronaban su cabeza cuernos, cuernos oscuros,
pero había uno entre ellos que tenía cuernos blancos, supuse que era el líder
de ellos. Preferí correr.
Corría, corría de mis perseguidores; no dejaría que aquellos me pusieran
las manos encima. Gritaba, gritaba pero nadie salía a mi auxilio. Yo los veía
correr. Su desplazamiento era un poco… extraño, del absurdo de una persecución
veloz pero elegante, emanaba un aire siniestro, ellos guardaban algo.
Además de eso, note
que a ellos se les hacía difícil seguirme cada vez que giraba hacia la derecha.
En cambio, cuando me mantiene corriendo en línea recta, me iban alcanzando más
rápido. Yo por mi parte aproveché esa ventaja para tratar de perderles, pero
siempre los tenía detrás mío.
Dado que no estuve mirando el camino por un tiempo corto mi pie chocó
con una pequeña piedra en el andén. Por poco me caigo; es entonces que
considero mirar hacia el frente para poder tener un mejor manejo de mi espacio
y no tropezar con cualquier objeto en frente mío.
¡Qué horrible fue el sentimiento de tener que correr en una noche en la
que la temperatura estaba a eso de 5 grados Celsius!, con una ropa casual, y las
ansias de salir de este problema para siempre. Es entonces cuando volteo para
ver a los señores de cuernos, y me doy cuenta de que su paso bajaba de
velocidad, mientras yo seguía corriendo con la velocidad que mis piernas me
permitieran. Pero qué horrible fue el sentimiento que tuve después, un frío me
recorrió por la espalda.
¿Por qué se detendrían ahora, después de tanta persecución, sino es porque
tenían un plan? Es cuando giro mi cabeza hacia el frente, que me percato
de que estaba en un barrio desconocido para mí, pero más que eso, había un
grupo muy grande de hombres con cuernos, ellos estaban reunidos alrededor mío.
Luego todos se abalanzaron sobre mí, sin embargo no recuerdo exactamente qué
sucedió después de eso, solo que ellos cantaban.
Cuando desperté, una
luz cegadora me irradio los ojos. Enseguida me di cuenta de que quienes me
rodeaban eran aquellos hombres, mientras yo estaba sentado en una silla. Sin
pensarlo dos veces luche, trate de desatarme, de ser imponente; nada.
-¿Por qué tratas de
escapar, si tú debes pertenecer acá?- Me preguntó otro hombre con cuernos
oscuros.
-¡Yo no debo, ni
pertenezco acá! Quítenme estas cuerdas.-Le respondí.
-¿Cuerdas, estás
seguro de tener cuerdas?-Preguntó el hombre muy lentamente.
Es entonces cuando me
doy cuenta de no tener ninguna cuerda, ¡Nunca me ataron! Simplemente estaba
sentado en la silla, dentro de aquel oscuro salón, semivacío.
-No luches, estamos
aquí por ti- Decía otro hombre de cuernos negros- ¿No deseas riquezas? ¿Deseas
confort?
-¿Que deseo?... Desearía
dinero- Le respondí, pensando que tal vez así, siguiéndoles el juego me dejaran
ir.
Después de unos
segundos en silencio, ellos empezaron a cantar algo que en aquel momento no
entendí. Acto seguido el líder se acercó contándome su historia; muy enriquecedora
por cierto; y dijo: Bienvenido seas, hermano.
En ese momento no sentí
ningún sentimiento de tristeza, de angustia, o de ira; no sentí nada en ese
momento. Y, cuando me extendieron los brazos para la bienvenida, me apresure a
abrazarlos, como si supiese sus intenciones de darme una bienvenida, ellos eran
mi nueva y verdadera familia.
-Vale Anthony,
¿Estuviste bebiendo antes de venir acá? Es que, no nos vemos desde la última
reunión escolar y ya andas contando historias estrambóticas- Se rió el muchacho
desconocido
-¿Por qué nunca me
crees, ha?- Repuso Anthony entre risas
-Es que, ¿Quién te creería,
contando una historia tan volada?
-Tienes razón- Dijo
Anthony esbozando una sonrisa - Oye, ya es tarde, ¿Qué tal si nos vamos de este
café?
Habiendo salido del
café, aquel muchacho desconocido escucha a Anthony tararear una canción un
tanto extraña, poco agradable para él.
- Oye Jones, ¿Que
tarareas?
- ¿Recuerdas la
canción que te dije que ellos cantaron?- Repuso Anthony después de un largo
silencio, entre toda esa oscura y fría calle, por donde ningún carro pasaba esa
noche.
Por Alberto Arias, Step 11